miércoles, 30 de diciembre de 2009

MISA CON ESCOLTA

El supuesto intento de asesinato o de secuestro del Cardenal Raúl Silva Henríquez fue una acción de la DINA destinada a intimidar al prelado que asumía una actitud crecientemente crítica y de firmeza frente a los atropellos de las personas.

El coronel Manuel Contreras se reunió con el Cardenal para darle detalles del supuesto atentado, pero el prelado no le creyó. En el mensaje de Pascua de Resurrección de 1974 informó a los fieles en estos términos: "¿Creeríais mis queridos hijos que en este momento, según me dicen, vuestro pastor, vuestro obispo que os habla está amenazado de muerte y tiene que llevar un escolta para que lo defiendan?".

domingo, 27 de diciembre de 2009

VOLPONE Y EL SENADOR

Darío Saint-Marie es conocido por la gran mayoría de los medios como "Volpone", dueño del Diario Clarin, cuyas editoriales eran una cosa tremenda para sus adversarios de cualquier tendencia política. El artículo que escribió en contra del líder socialista Raúl Ampuero, remeció a todo el país.

El parlamentario lanzó en el Senado una diatriba contra Volpone: "Como es característico en él, ¿a quiénes tiene de redactores? a Lord Callampa, a Picotón". Volpone mandó una carta desde Europa, porque estaba de viaje, y los hermanos no se atrevían a publicarlo por lo feroz de sus palabras. Él los amenazó con cerrar el diario si no la publicaban, así que estuvieron obligados a hacerlo. Él era el dueño.

Mireya Baltra, llamó a una huelga de los suplementeros para que no vendieran Clarin. La carta decía entre otras cosas, que Ampuero era "un comemierda de la derecha, un lameculos de la oligarquía".

Ampuero anunció por la prensa que iba a ir a esperarlo al muelle, en Valparaíso. Aparece Volpone en las escalinatas, arriba, seguido de su mujer y con un paragua en la mano. Todos los micrófonos de las radios se acercan al dueño de Clarin, y él dice desde arriba: "¿Querías que te repitiera lo que te dije en el artículo?: comemierda de la derecha, lameculos de la oligarquía".

Los periodistas no sabían que hacer. Todos pedían excusas a sus auditores que acababa de decir Volpone. Cuando bajó la escalera, Ampuero le tiró un agarrón y le hizo saltar un botón al abrigo de su adversario. Volpone le respondió con un paraguazo, que traía uno nuevo de Italia, acabandose la pelea.

martes, 22 de diciembre de 2009

¡"ESOS HUEVONES DE LA NOVENA"¡

La sesión del Senado había terminado, y dos senadores abandonaban el hemiciclo, uno era de mayor edad, y el otro de unos 20 años menos. Este último, cuando descendían unos escalones, ayudaba al otro tomándolo de un brazo. Venían conversando animadamente y lo que escuchaba el longevo debía causarle mucha gracia, a juzgar por su risa.

En el perchero, un vasto mueble de encina, retiraron sus abrigos, que uno y otro ayudaron a colocarse. Luego, el de menor edad (debía tener como 60 años) le pasó el bastón, que éste echó a su espalda.

Cualquiera hubiera pensado que pertenecían al mismo partido. Sin embargo, los redactores políticos que presenciaban esa escena, y que para ellos ya no ofrecía novedad, sabían que nunca tuvieron la menor aproximación ideológica. Más que eso, fueron adversarios, y uno persiguió al otro.

El de mayor edad era Arturo Alessandri Palma, el León, que 10 años antes había terminado su segundo Gobierno. El otro, Elías Lafferte Gaviño, santón del Partido Comunista.

Al día siguiente, Lafferte fue consultado que era lo que les causó tanta diversión. Lo que provocó la risa de Alessandri fue la respuesta a su pregunta acerca de cómo había hecho para esconderse tan bien, unos 12 años antes, en abril de 1936, cuando el León era Presidente y había ordenado su persecución. Don Elías satisfizo la curiosidad de Alessandri, y le contó cómo había burlado a la policía.

Cada noche cambiaba de escondite, y cuando estos estaban por agotársele surgió la solución de alojar en el Teatro Recoleta, de propiedad del empresario comunista Amador Pairoa. Lafferte era muy cuidadoso en su vestuario y presentación, pero al teatro llegaba con peluca y vistiendo una ropa desastrada. Aparecía como ¡el viejito que venía a barrer! Al llegar el día se marchaba. Así había logrado burlar a los agentes de Investigaciones.

“¡Estos huevones de la Novena!”, había mascullado Alessandri riéndose.

sábado, 19 de diciembre de 2009

GABRIELA ES LO MISMO QUE LUCILA

Cierto día, durante el gobierno del Presidente Juan Luis Sanfuentes, el ministro de Justicia e Instrucción Pública, don Pedro Aguirre Cerda, propuso al Presidente que el cargo vacante de directora del Liceo de Niñas de Punta Arenas sea ocupado por la destacada poetisa Gabriela Mistral.

Sanfuentes, quien había oído del trabajo de la poetisa no dudó de la propuesta del Ministro y le pidió que enviara cuanto antes el decreto para firmarlo. El ministro accedió y envió el decreto a Viña del Mar, donde se encontraba el Presidente.

Transcurridos algunos días, el decreto fue devuelto a Santiago, pero éste no venía firmado.

Cuando Sanfuentes llegó a Santiago, don Pedro Aguirre Cerda se acercó y le dijo:
-Presidente. ¿No habíamos quedado de acuerdo en nombrar a Gabriela Mistral directora del Liceo de Punta Arenas?
-Sí -respondió Sanfuentes-, pero usted me mandó el nombramiento extendido a favor de una tal Lucila Godoy, y por eso no lo firmé.

martes, 15 de diciembre de 2009

LA CONVENCIÓN DE 1910

Ellos no fueron los candidatos, ni participaron en la convención

A mediados de 1910, luego de ser sepultados don Pedro Montt y Elías Fernández Albano - en un año en que Chile tuvo tres presidentes, dos de los cuales murieron en la cargo- (ver aqui) . Se debía realizar elecciones presidenciales, en el cual cada liberal encopetado se consideraba aspirante al sillón presidencial, tanto que llegó a hacerse una lista de... 50 candidatos.

Así que en medio de las alegres fiestas del centenario, que ayudaron a espantar el duelo, vino la convención de la Alianza que elegiría el candidato presidencial, y que, de acuerdo a la baraja electoral, sería el futuro Presidente.

Agustín Edwards Mc-Clure piensa que ha llegado su hora. Pero también Juan Luis Sanfuentes, hábil caudillo que durante 40 años fuera el árbitro de la política chilena, prácticamente todo el período de la República Parlamentaria. Lo curioso es que nunca pronunció un discurso.

En la convención, los liberales proponen a Sanfuentes y los nacionales a Edwards. Aunque en buenas cuentas, los conservadores (llámese nacionales) y los liberales bien poco se diferenciaban entre ellos, salvo que los primeros eran laicos administrados por la iglesia. En cambio, los conservadores iban a misa a las once, los liberales, salvo algunas excepciones, iban a las doce.

Para Edwards, su personalidad representaba un peligro: podía acometer una reforma del régimen oligárquico, modernizándolo peligrosamente. Ya lo había intentado atajar negándole la vicepresidencia.

El juego de Sanfuentes era hacer un pacto con Edwards, de modo de cederse sus fuerzas si uno alcanzaba una ligera mayoría, no la suficiente, para ser proclamado. Pero al mismo tiempo Sanfuentes sellaba una alianza con Javier Ángel Figueroa para destrozar a Edwards. Conseguido esto, habría una recíproca cesión de fuerzas a quien se adelantara.

Edwards comienza ganando, pero un triunfo a lo Pirro, pues no alcanza la mayoría requerida (60%). La votación se estanca, y la candidatura de Agustín muere. Se viene el desquite de Edwards. Al comprobar el ardid, los suyos le dan entonces los votos la radical Enrique Mac-Iver, que preside la convención. Cuando los demócratas también decide darle sus votos al caudillo, se teme que éste pueda ser el vencedor, lo que sería una burla. Desesperadamente, Sanfuentes y Figueroa resuelven levantar a Ramón Barros Luco, que encabezara el levantamiento de 1891.

La nueva opción se empina sobre los 76 años y vaticinan que "no pasa otro invierno", convencidos que al año siguiente vendrá una nueva convención. Sanfuentes aceitará entonces su máquina y llegará a La Moneda. Pero esto sólo lo obtendrá en 1915, (cinco años después y derrotando a quien fue su aliado en esta convención) pues Barros Luco los decepciona y no se muere pronto, faltando al compromiso que se suponía.

En cambio, Edwards queda fuera para siempre. Se le siguen dando embajadas y hasta ministerios, pero la Presidencia jamás.

sábado, 12 de diciembre de 2009

¿PARA QUÉ SE VA A METER EN PROBLEMAS?

Dos días antes de que Patricio Aylwin terminara su mandato, el Comandante en Jefe del Ejército Augusto Pinochet lo visitó en La Moneda para despedirse.

Cuando el general ya salía de la cita protocolar, el Presidente le comentó irónico:
- Lo que son las cosas general: yo me voy y usted sigue
Pinochet le contestó:
- Ya nos veremos en el Senado
- No, pues, porque su constitución lo hace senador a usted, no a mí - respondió el mandatario

- Nooo, eso tiene que arreglarse - fue la reacción de Pinochet, quien antes de estrechar la mano de Aylwin le expresó, como casualmente, una gran inquietud que se había guardado en ese encuentro -. Presidente, usted tiene una cosa pendiente...

Ante la sorpresa de su interlocutor, el general le agregó en un tono muy bajito:
- Una decisión pendiente sobre esos criminales, esos asesinos...

Se refería al tema del indulto a quienes habían participado en el atentado en su contra ocurrido ocho años atrás.
- Ah, eso lo dejaré resuelto, lo estoy pensando - respondió Aylwin.

Más bajito aún Pinochet le dijó:
-Déjela a su sucesor, ¿para qué se va meter usted en esos problemas?

lunes, 7 de diciembre de 2009

EN EL CALABOZO CON IBÁÑEZ

El periodista Patricio Mery, en la tarde del 5 de septiembre de 1938 agentes de Investigaciones fueron a buscarlo a su lugar de trabajo en un diario capitalino, pero el auto que los conducía chocó con un vehículo de la locomoción colectiva en Alameda esquina Morandé. Aprovechando la confusión, se fue tranquilamente caminando.

Al enterarse del epilogo de la matanza del seguro obrero, se entrego a Investigaciones. Consideraba que era más seguro estar allí que en la calle, lo encerraron en una celda grande, que solo tenía una litera y un WC. Horas después entraba detenido el General Ibáñez. Conversaron acerca de lo que estaba sucediendo y le aconsejo que él enviara una carta a sus amigos anunciándoles el retiro de su candidatura a la Presidencia, pidiéndoles que votasen por Pedro Aguirre Cerda, como la única forma de derrotar a Gustavo Ross y por ende, a Alessandri, su patrocinador.

A Ibáñez le gustó la idea y pidió una mesa, silla, papel y tinta. Extrañó que se lo llevaran, pero así ocurrió. El agente, cada vez que abría la puerta, se cuadraba y le decía: “Sí, mi general”. Hizo un borrador y luego Ibáñez copió cinco ejemplares de su puño y letra. Ibáñez le dijo al agente que necesitaba hacer llegar esas cartas a las direcciones indicadas. El agente se cuadró con un “Sí, mi general”, salió y cumplió con lo que se pedía.

Esa carta hizo que los partidarios de Ibáñez votaran por Don Pedro. Aunque no era el mejor momento de Ibáñez, su retiro ayudó: el Frente Popular ganó por apenas 4.111 votos.