sábado, 15 de mayo de 2010

VACACIONES PRESIDENCIALES (Parte II)

Los primeros en causar conmoción por su paso por el Palacio de Cerro Castillo, fueron el presidente Gabriel González Videla y su esposa Rosa Markmann. En una ocasión la pareja salió en short a pasear en bicicleta por los alrededores del Cerro, convirtiéndose en la atracción del vecindario, pero también en objeto de comentarios, que no volvieron a repetir el paseo. González Videla prefirió no destinar todas sus vacaciones a pasarlas en Cerro Castillo. Y al ser oriundo de La Serena, nunca dejó de visitar tal ciudad.

Jorge Alessandri Rodríguez iba de veraneo solo a ese palacio. Tenía pocos amigos y todos fuera del ámbito político. Al principio de su mandato estuvo convencido de vender ese inmueble, pero al poco tiempo comenzó a usarlo para sus vacaciones, de preferencia en febrero. Aún en sus días de descanso, jamás dejó de usar terno. Nunca se vio a Alessandri nadando en la piscina y casi todo el tiempo permanecía en la oficina leyendo documentos. Su gran distracción consistía en ir en su Buick al centro de Valparaíso y a la avenida Perú en la Ciudad Jardín. Siempre solo, mientras saludaba con una venia a los conocidos. Lo curioso era que, en pleno verano, cuando Valparaíso amanecía un poco nublado, se veía al Presidente usando abrigo, porque siempre temía contagiarse con algún microbio. Sólo en Viña del Mar se quitaba su tradicional bufanda.

Eduardo Frei Montalva, fue uno de los que más disfrutó de Cerro Castillo, aunque nunca permitió que se los fotografiara en ese lugar para resguardar la intimidad de su numerosa familia. Antes veraneaba en Algarrobo, donde tenía casa. Le gustaba ir a ese balneario por las pichangas en la playa. También era bueno para el pimpón y para leer. Pero sin realizar la siesta, todos los días aunque fueran cinco minutos, en cualquier lugar, en cualquier mobiliario y en cualquier postura.

Se dice que Salvador Allende no tenía vacaciones y que sólo de vez en cuando se arrancaba sin asesores ni escolta a una playa de Antofagasta, que era de su amigo Andrónico Luksic, donde descansaba. El recuerdo más vivo en este tema es el de la transformación que realizó Allende del uso que se hizo de Cerro Castillo, cumpliendo con su promesa de "abrir el Palacio al pueblo". Habilitó algunas de sus habitaciones para recibir a alrededor de 40 niños, hijos de uniformados, que se desempeñaban en puestos fronterizos, o alumnos destacados del país. Esto fue en el verano de 1972. Al igual que Frei Montalva, Allende tenía una casa en Algarrobo, que aún hoy disfruta su familia.

Como Presidente, Augusto Pinochet utilizó muy poco Cerro Castillo. Bucalemu y El Melocotón eran sus lugares favoritos, ya que en el palacio viñamarino, según él, no había privacidad. Además, Bucalemu le brindaba mayor seguridad. En sus veraneos no dormía siesta después de almuerzo. Se encerraba en su escritorio repleto de papeles, libros y revistas, a trabajar en carpetas que le llegaban a diario desde Santiago. Solía referirse a sus vacaciones como un relajo más que un descanso. Sus pasatiempos eran en esa época la lectura de libros de historia y política. En una pequeña sala habilitada en ese lugar veía junto a familiares, personal de seguridad y trabajadores de esa hacienda cintas como "El bueno, el malo y el feo", "El desierto de los tártaros" y "No disparen que soy dentista". Las películas se proyectaban tres veces a la semana.

Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle sí gustaban pasar sus vacaciones en Cerro Castillo. Aylwin se recluía para preparar sus discursos más importantes. A los Frei Larraechea se les recuerda como asiduos visitantes, así como los gestores del Arboretum -media hectárea en la que se plantaron más de cien variedades de flora nativa- y de una completa decoración que solicitaron para recuperar el color caliza del revestimiento original, oculto bajo pintura de barco. Como casi todos, los Lagos Durán celebraban allí las fiestas de fin de año, y se atrevieron con un rojo teatral que dio más vida al cielo de los salones principales, en uno de los que según contaba Luisa Durán, se instalaba con su máquina de coser a hacer ropa para sus nietos, mientras el ex presidente caminaba por los senderos del parque o jugaba tenis con su hijo. Aquí fue donde Ricardo Lagos firmó el decreto que instauró el Día del Patrimonio Nacional, cinco años antes de que el Palacio recibiera la categoría de Monumento Histórico. Michelle Bachelet, más celosa de su vida familiar, visitaba Cerro Castillo a menudo, sobre todo para reuniones de trabajo y toma de decisiones importantes

VACACIONES PRESIDENCIALES (Parte I)

Las vacaciones, aparecieron en el país "por decreto", ya que antes se necesitó reconocer algunas garantías a los trabajadores, como el derecho a feriado, para que salir a veranear se hiciera popular, recién bien entrado el siglo XX. Así, cuando el 28 de mayo de 1931 el Presidente Ibáñez firma el decreto 178, que asegura a los obreros un "feriado" de siete días por cada 220 trabajados, salir a tomar vacaciones ya era toda una institución. En el tema estrictamente presidencial, la experiencia de una vida política larga es importante para quienes asumen cargos de tanta responsabilidad como la Presidencia. La experiencia ayuda a poder desconectarse y, al mismo tiempo, a estar pendiente de lo que pasa en el país, y mientras más cerca de La Moneda están los Presidentes, más descansan.

El primer Jefe de Estado en pasar sus vacaciones en el Palacio Cerro Castillo, fue Carlos Ibáñez del Campo, en el verano de 1930. La idea de construir ese palacio presidencial de veraneo en Viña del Mar la tuvo a fines de los años 20 por su esposa Graciela Letelier Velasco. Tal fue el impacto que causó su construcción al inaugurarse en 1930 que la prensa lo calificó como uno de los más suntuosos y de mejor gusto arquitectónico de Sudamérica. Sin embargo, no fue su principal lugar de veraneo, pues como su señora tenía un fundo, iba a menudo a Linares donde gustaba de conversar con oficiales y soldados. Se cuenta que una vez encontró en un pequeño retén, a un joven oficial al cual invitó a beber una cerveza. El oficial con firmeza le respondió: "Señor General, yo nunca he tomado licor, y no debe usted tomar cerveza". Este oficial era Oscar Izurieta Molina quien llegó a asumir la Comandancia en Jefe del Ejército.

Después de Carlos Ibáñez del Campo, el segundo presidente que pasó sus vacaciones en Cerro Castillo fue Juan Esteban Montero, en compañía de sus ministros. El semanario "Topaze" destacó en ese momento el hecho de que el presidente prefiriera viajar a la costa en un coche común y corriente, despreciando las comodidades del coche presidencial. Al iniciar su mandato, Montero rechazó el Palacio como lugar de veraneo. Se dice que nunca durmió en la residencia, debido a que su anhelo era transformar el Palacio en un hogar para niños. Pero cambió de opinión influido por su esposa Graciela Fehrman, quien disfrutaba largas temporadas en la residencia

Un presidente recordado habitualmente por "Topaze" fue Pedro_Aguirre_Cerda, de quien la publicación dijo en una viñeta donde el primer presidente radical aparece recibiendo el sacramento de la confesión: "acúseme, Padre, de que mi viaje a Viña no fue para visitar la casa donde tanto se sufre (Palacio Cerro Castillo), sino que para echar mi manito en el Casino donde tanto se goza". Así se aludía, por una parte, a lo difícil que resultaba desconectarse de todas las responsabilidades políticas y descansar y, por otra, a la supuesta afición veraniega de Aguirre por el juego. Sin embargo, se señala que al Casino, el presidente nunca entró. La viñeta de Topaze ironizaba con personeros políticos nacionales, como Gustavo Ross, que imitaba la gran vida de los nobles europeos en los casinos franceses de Mónaco y Biarritz. Sea como sea, el año 1939 tras acabar sus primeras vacaciones en Cerro Castillo, el Presidente Aguirre Cerda tuvo la intención de trasladar el gobierno a Viña del Mar, lo cual generó ácidas críticas de la derecha. El terremoto en Chillán y sus 30 mil muertos, hizo que el presidente olvidara sus planes y volviera a asumir la tradición de gobernar desde La Moneda. Aguirre fue el primero de los mandatarios en salir a provincias, porque antes se gobernaba desde Santiago, sin haber conocido nunca las salitreras, Curicó, Chillán, lo cual le valió el epíteto peyorativo de "el presidente viajero". En otras palabras, la "distracción" del presidente consistía en "viajar por el país visitando las provincias que lo necesitaban". El último viaje de Pedro Aguirre Cerda a Viña del Mar "lo efectuó casi al concluir su mandato, con el objetivo de reunir recursos para fomentar la aviación civil en el país, debido a que después del terremoto del 39, los caminos quedaron destrozados y muchos pueblos, completamente aislados", se preveía la necesidad de contar con medios de transportes alternativos a los terrestres, tan susceptibles a los desastres de todo tipo. Además del ansia de viajar, el presidente Aguirre Cerda visitaba habitualmente un fundo en Conchalí perteneciente a su esposa, Juanita Aguirre. En la propiedad mantenía viñas con las que elaboraba sus propios vinos. La derecha lo bautizó "Don Tinto".En las tertulias de Conchalí, el Presidente, hombre de campo, juntaba fácilmente a 300 ó 400 personas y es muy probable que varias de ellas salieran bien mareadas" del fundo.

Juan Antonio Ríos paseaba a largas trancadas por los frondosos jardines de su retiro en La Reina. Descansaba poco: los países aliados le exigían romper relaciones con los miembros del eje, durante la Segunda Guerra Mundial. La presión iba desde la cancelación de la visita al país por parte del presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, hasta la peregrina propuesta de boicotear en Centroamérica "todo lo chileno", considerando el peligro que había en que fuera atacado el Canal de Panamá. Finalmente en enero de 1943, Chile rompió relaciones con Alemania, Italia y Japón, los miembros del eje, "tomando así su puesto en la defensa de la democracia". A partir de ese momento, los paseos del Presidente Ríos en su retiro de La Reina fueron cada vez menos frecuentes, afectado su presupuesto por la economía de guerra y su salud por las insistentes amenazas de un ataque japonés en el territorio.

sábado, 8 de mayo de 2010

EL PALETA

En el presente escrito me referiré a tres anécdotas de Jorge Alessandri Rodríguez, político independiente y empresario de vasta trayectoria y enorme prestigio en el país e internacionalmente por su austeridad y honestidad a lo cual unió el innegable carisma de su apellido. Poseedor de una personalidad atrayente, apolítico e independiente pudo conquistar el sillón presidencial. Autoritario, egocéntrico, irritable y siempre tajante en sus opiniones y juicios, bien pudo proyectar la nueva imagen del gobernador que muchos chilenos de la época deseaban.
Reconocido por su habilidad y conocimiento ante las cuestiones financieras y económicas ganó el reconocimiento especialmente del sector independiente y del mundo empresarial.

1. NO TE CREO

Alessandri, se creía un buen conocedor de hombres, tuvo una amarga decepción en diciembre de 1961, cuando se vio obligado a devaluar el peso. Confío su secreto (porque debía mantenerse oculto hasta el momento del anuncio, para evitar especulaciones con el dólar) a su amigo de muchos años, Hugo Rosende.
Él lo pasaba diariamente a buscar a su departamento en la Plaza de Armas y se iban a caminando por Estado y Moneda hasta dejarlo en La Moneda. Después, Alessandri se enteró de grandes adquisiciones de dólares en empresas vinculadas a Rosende. Éste le juró su honestidad, pero al parecer el Presidente no le creyó. Nunca más se les volvió a ver juntos.

2. LOS ANTEOJOS

Ester Alessandri, casada con Arturo Matte una vez le preguntó a su hermano Jorge cuándo iba a cambiar de lentes. “No me dirás que un Presidente de la República no tiene dinero para ir a un oculista”. Don Jorge le replicó quejándose: “No andas muy lejos. Yo gano menos que un ministro” recodándole que su ministro el "Ruca" Vergara ganaba tres sueldos: como ministro de las carteras de Hacienda, Economía y Minería, lo que él no podía hacer. Su hermana le pidió hora, le pagó la consulta y mandó a confeccionarle nuevos lentes.

3. EL HOMBRE DE LA BUFANDA

No obstante su vinculación con los grupos económicos, nunca se supo que Jorge Alessandri distinguiera a algunos con favoritismos. Tampoco se conocieron casos de corrupción. En lo personal mantuvo su austeridad.
Su figura, con un sobretodo que casi le alcanzaba a los pies, con su rostro que apenas asomaba entre el sombrero y una larga bufanda era su característica ya que era propenso a los resfríos. Siguió viviendo en su departamento de calle Phillips. Nunca aceptó guardaespaldas, y las ocho cuadras que lo separaban de su hogar a La Moneda las recorría a pie.
Tampoco cambió su viejo auto, un Oldsmobile gris del año 1951, que manejaba su chofer, Julio Torres Ormeño, o él mismo. Lo ocupaba, por lo general, para ir a su chacra de Malloco los fines de semana o visitar la tumba de su madre, en el Cementerio General.

RED CARD FOR RICHARD LAKES

¿Por qué los microempresarios deberíamos votar por Frei si en veinte años de Concertación nunca han hecho nada por nosotros?. Con esa pregunta un empresario, camuflado entre la turba que recibía a Ricardo Lagos en la costanera de Valdivia, increpó al ex mandatario a vista y presencia de todos. El hombre, que logró traspasar el cordón de seguridad más cercano a Lagos, buscaba una respuesta a las políticas que los gobiernos de la concertación han tenido en materia de protección a la pequeña y mediana empresa. Al parecer, la respuesta del otrora mandatario no le fue suficiente y cual arbitro de fútbol, sacó desde sus ropas una muy vistosa tarjeta roja y “expulsó” a Ricardo Lagos del mundo político. “Si me sacas tarjeta roja a mi quiere decir que estas con la derecha”, respondió Lagos mientas caminaba en dirección al mercado fluvial, lugar donde se haría inicialmente un punto de prensa. No obstante el círculo más íntimo del ex presidente decidió que “el horno no estaba para bollos” y rapídamente trasladaron a Lagos a un restaurante cercano donde se reunió con personeros del mundo político regional. El incidente, que no pasó desapercibido, se prolongó por espacio de seis minutos, en tanto el “empresario-arbitro”, desapareció en la muchedumbre con las satisfacción de la misión cumplida.