Cierto día, durante el gobierno del Presidente Juan Luis Sanfuentes, el ministro de Justicia e Instrucción Pública, don Pedro Aguirre Cerda, propuso al Presidente que el cargo vacante de directora del Liceo de Niñas de Punta Arenas sea ocupado por la destacada poetisa Gabriela Mistral.
Transcurridos algunos días, el decreto fue devuelto a Santiago, pero éste no venía firmado.
Sanfuentes, quien había oído del trabajo de la poetisa no dudó de la propuesta del Ministro y le pidió que enviara cuanto antes el decreto para firmarlo. El ministro accedió y envió el decreto a Viña del Mar, donde se encontraba el Presidente.
Transcurridos algunos días, el decreto fue devuelto a Santiago, pero éste no venía firmado.
Cuando Sanfuentes llegó a Santiago, don Pedro Aguirre Cerda se acercó y le dijo:
-Presidente. ¿No habíamos quedado de acuerdo en nombrar a Gabriela Mistral directora del Liceo de Punta Arenas?
-Sí -respondió Sanfuentes-, pero usted me mandó el nombramiento extendido a favor de una tal Lucila Godoy, y por eso no lo firmé.
-Presidente. ¿No habíamos quedado de acuerdo en nombrar a Gabriela Mistral directora del Liceo de Punta Arenas?
-Sí -respondió Sanfuentes-, pero usted me mandó el nombramiento extendido a favor de una tal Lucila Godoy, y por eso no lo firmé.
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