
El presidente
Federico Errázuriz Echaurren tenía una fama de burlón y sobre todo por los apodos que ponía a los políticos. A un senador que no olía bien lo bautizó como "
Lord Atkinson", aludiendo irónicamente al agua de colonia; a
Elías Fernández Albano, que lo reemplazaría al enfermarse, el "
Canciller de plomo"; a
Pedro Montt, de semblante adusto y figura poco elegante, "
el Cochero de las pompas fúnebres"; a su ministro de hacienda, Rafael Sotomayor, corto de talle y extremidades y que nunca se sacaba el chaqué (especie de vestón de etiqueta, que en la parte de atrás terminaba en dos faldones), "
el buey rabón".
Un elector suyo, interesado en ganarse unas propuestas de agua potable, le telegrafió preguntándole que había con el asunto del agua, y él respondió
“Ni agua”.
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