jueves, 10 de septiembre de 2009

LA MALDICIÓN DEL CENTENARIO

Desde comienzos del siglo XX, Chile se aprestaba a celebrar el centenario de la independencia con una serie de fiestas e inauguraciones, a las que habían sido invitadas diferentes delegaciones de todo el mundo. Sin embargo, una serie de hechos trágicos comenzaron a enlutar la celebración.
Los costos de la celebración aumentaban rápidamente: por ejemplo, el presupuesto del Museo de Bellas Artes, uno de los edificios simbólicos del centenario, había pasado de $495.310 de la época a $22.100.000 hacia 1905. En 1906, un fuerte terremoto asoló el puerto de Valparaíso. Ante la necesidad de reconstruir el puerto, muchas personas solicitaron la suspensión de la costosa celebración, sin embargo, el Senado se pronunciaría y mantendría los planes del gobierno. En tanto, el país entraba en una crisis económica y los ingresos provenientes del salitre no eran suficientes para costear el oneroso centenario. El descontento en la población aumentó y se produjeron diversas protestas y huelgas, destacando la matanza de Santa María de Iquique en 1907.

Sin embargo, la tragedia no terminaría allí. En 1906, Pedro Montt asumió la Presidencia con la convicción de ser el protagonista de las festividades. Sin embargo, la arteriosclerosis lo debilitaba cada vez más. Meses antes de la fecha esperada, Montt viajó a Alemania para tratar su enfermedad. Tras solicitar la renuncia de su ministro del Interior, Agustín Edwards McClure, invistió en dicho cargo a Elías Fernández Albano, quien lo subrogaría mientras estuviera ausente. Tras un largo viaje, Montt llegó a Bremen, donde fallecería el 16 de agosto. Fernández Albano presidiría el funeral del mandatario, 10 días después.

Cada vez quedaba menos para la celebración del centenario y la muerte del Presidente Montt había enlutado las festividades. Sin embargo, el 6 de septiembre la situación empeoraría con la repentina muerte de Fernández Albano producto de un resfrío. A doce días del aniversario de la independencia y con cientos de personas provenientes de diversas partes del orbe, el país se quedaba sin jefe de Estado. Debido a que la Constitución no especificaba claramente el orden de precedencia entre los Ministros de Estado, pues señala que debía asumir como vicepresidente el "Ministro del Despacho más antiguo", dos eran consideradas como posibles nuevos vicepresidentes: Luis Izquierdo y Emiliano Figueroa. El problema fue resuelto en el sentido que la antigüedad se refería a la fecha de juramento en el cargo de Ministro y no a la época de creación del respectivo Ministerio. Así fue designado Figueroa, que además era un hombre de mundo y la persona más apropiada para recibir a las delegaciones oficiales, liderando la triste conmemoración, el 18 de septiembre de 1910.

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