Graciela Letelier de Ibáñez, aparte de presidir el Comité Nacional de Navidad, creó el Ropero del Pueblo, destinado a repartir ropas a los necesitados. En el caso de Jorge Alessandri, que era soltero, su papel lo cumplió Luisa Schaeffer, esposa del ministro del Interior, Sotero del Rio. En noviembre de 1964, Maruja Ruiz-Tagle de Frei resolvió crear CEMA, que agruparía a todos los centros de madres del país. Las mamás de escasos recursos recibirían cursos de capacitación y se abrirían bazares para vender sus tejidos y trabajos artesanales. Pero todo sin bulla y con modestia y con modestia franciscana. Solo disponía de una secretaria. Alcanzó a reunir a 450 mil mamás. La Tencha mantuvo el esquema.
Después del golpe, los centros de madres pasaron a tener la tuición de las autoridades militares, que designaron a sus directivas. En la cúpula, CEMA Chile se mantuvo en receso en los primeros meses. No existía un Presidente de la República y la Junta era una institución colegiada. Cada esposa de los comandantes en jefe y del Director general de Carabineros asumió una distinta tarea de ayuda social. Doña Lucía esperaba. El 25 de junio de 1974. Un decreto ley de la Junta le confería a Pinochet la condición de Jefe de Estado “con las prerrogativas de un Presidente de la República”. Doña Lucía asumió entonces la jefatura de CEMA Chile (agregándole un apellido). Además pasó a la categoría de Fundación.
La institución pasó a convertirse en una entidad del régimen, con el presupuesto del Estado. En la cúpula adquirió carácter castrense. Doña Lucía presidía un consejo compuesto por once personas, esposas de altos oficiales. Adscrito quedó un cuerpo de cinco mil voluntarias que colaboraban en forma gratuita en las labores que desarrollaban los casi diez mil centros de madres en el país. A doña Lucía se le asignaron diez millones de pesos mensuales para “gastos de representación”, y sin rendir cuenta, porque sería de mal gusto.
En la parte administrativa se creó una empresa destinada a la ayuda social. Solo en su sede central, el claustro del 900, donde se restauró un viejo convento, se invirtió un millón de dólares. La planilla del personal fue “engordando”. El capitán general, en la sala de plenarios del edificio Diego Portales, solía hablarles al voluntariado y a las mamás de CEMA Chile. En cada acto del gobierno, ellas estaban presentes para testimoniar su adhesión.
Después que Pinochet perdió el plebiscito y vino la elección de Aylwin, doña Lucía pensó con espanto que tendría que entregarle la presidencia de la institución a doña Leonor Oyarzun de Aylwin. Rápidamente la Junta aprobó una ley que establecía que CEMA Chile sería presidido por la esposa del Comandante en Jefe del Ejército. Así habría CEMA Chile por ocho años más.
Pero doña Lucía se llevó la institución a su casa. Una disposición del gobierno militar estableció que la Polla Chilena de Beneficiencia debía entregar un porcentaje de sus premios a CEMA Chile. Ya la institución es solo un recuerdo del pasado, pero la Polla continuaba enviándole el cheque respectivo: 148 millones de pesos en 1998. Se ignora si ahí van sus “gastos de representación”.