
En otra oportunidad, el ministro fue invitado al almuerzo de la familia Montt. Todo iba bien hasta que el Presidente se le cayó un tenedor y Varas se agachó para recogérselo. Por el faldón de la levita asomó el pantalón zurcido del ministro. A doña Rosario le había conmovido tanto este hecho, que se lo comentó a su esposo. Nada podía hacer, porque había herido al buen amigo.
Aunque el ministro no sólo tenía costumbres frugales, sino que también la poca importancia que le daba a la comida. Un día su esposa, Irene Herrera, se disculpó afligida porque en el almacén donde se surtían no había encontrado arroz, su plato favorito. "¿De dónde has sacado eso que a mí me gusta tanto el arroz?", le respondió. Su esposa se lo venía sirviendo desde que se casaron, y él alabó el plato, tal vez por cortesía. Pero jamás le hizo una observación, pensando que a ella le gustaba demasiado.
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