“Deseo que mis funerales tengan el carácter más estrictamente privado. Inmediatamente que muera, quiero que mi cadáver sea trasladado a la capilla del Cementerio General de Santiago, donde he oído permanentemente misa desde que murió mi madre en 1936 hasta el año 1971, en que lo permitieron mis fuerzas físicas y psíquicas. Quiero que mi cadáver lo coloquen en una urna austera, pero de buena calidad, porque toda mi vida he detestado las cosas feas y ordinarias”.
“Mi cadáver debe ser depositado en el nicho que queda debajo de mi padre. No acepten tampoco veladas conmemorativas ni ningún acto que le quite a mi fallecimiento el carácter de un ciudadano corriente”.
“De mi muerte sólo se dará cuenta el día siguiente al de mi sepultación, con un aviso que diga: “Ha fallecido Jorge Alessandri Rodríguez. Sus restos fueron sepultados en el Cementerio General. La Familia” ”.
“Me olvidaba de lo más importante: que no se permita por ningún motivo que los periodistas me retraten muerto, y que se evite que ellos o la televisión estén presentes en el traslado de mis restos a la capilla ardiente, en la misa y en el traslado a la tumba”.
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